EL NUEVO DIARIO, 27 DE AGOSTO 2009.
La corrupción en Nicaragua está en izquierda y derecha.
Las palabras del creador en
Por Marcial Rivera Santana*.
La corrupción en Nicaragua que practican las clases políticas que toman el poder en cada período presidencial, no es de hoy, ni de ayer, es ya para Nicaragua de siglos. Yo he logrado verlas en varios sistemas de gobiernos, vivirlas y sentirlas en mis casi diez décadas de vida. Las consecuencias económicas y sociales del impacto de la corrupción las vemos proyectadas en el pueblo de obreros y campesinos. Un pueblo mal nutrido, hambriento, en pobreza extrema y en una alta descomposición social.
Condiciones paupérrimas quizás sin esperanza alguna, o si las hay serán para los próximos 50 años o más, y que ya no podré ver. Señalar la corrupción de uno o del otro lado político, sea de derecha o de izquierda el sistema que impere, al final son los mismos políticos corrupto que han saqueado el tesoro del Estado, el erario, el patrimonio del pueblo, para vivir como príncipes y tener en el destierro y en la desgracia a todo un pueblo. Las palabras del creador en
Los altos índices de corrupción económica del gobierno liberal del presidente anti-democrático, de Anastasio Somoza, fueron señalados constantemente por el siguiente gobierno de turno del FSLN cuando tomó el poder. Un día de los 11 años de revolución, en la plaza de Managua, el Comandante de
El sistema político y económico siguiente que sustituyó al gobierno revolucionario Sandinista fue la presidenta Violeta Barrios de Chamorro. Esta mandataria clasificó a la corrupción del gobierno sandinista de: “La piñata”. Y para evitar más conflictos en este pueblo dijo: “Borrón y Cuenta Nueva”. La corrupción agresiva implementada por el gobierno Liberal del Doctor Arnoldo Alemán fue señalada por el siguiente gobierno presidido por el ingeniero Enrique Bolaño, como: “La guaca”, y la denunció ante la presencia previamente solicitada de casi todos los embajadores del mundo. La corrupción del sistema de gobierno del Presidente Enrique Bolaños es señalada por el gobierno Sandinista actual como el robo del siglo, llamado: “El caso de los Cenis”. ¿El futuro gobierno cómo la llamará?
Nicaragua no se levanta de su postración económica, de los niveles de pobrezas, de la mendicidad, porque todo los sistemas político que hemos vivido, sus funcionarios públicos y políticos, sean de izquierda o de derecha, han saqueado el Estado, el erario, las reservas monetarias del país, el patrimonio del pueblo, dejando en desgracia y mendicidad a este país. A los líderes políticos los vemos en grandes mansiones viviendo como príncipes, con lujosas casas de protocolo en las costas de los mares, con camionetones último modelo, con empresas, dueños de microfinancieras, fincas cafetaleras y ganaderas. Y nosotros los obreros y campesinos: No se necesita ponerlo en este escrito, lo estamos viviendo. ¿Y las promesas políticas qué?
En China, con más de un mil millones de habitantes, hace unos 5 años un funcionario de estado fue fusilado en plena plaza pública por orden del gobierno, por haberse robado 10 millones de dólares, y algo más, era uno de los grandes legisladores de China. En las olimpiadas pasadas en la misma China, dos personas fueron fusilados por orden del gobierno y en cumplimiento de la ley, por haberlos encontrados en tráfico de droga. Hace 14 años en un país árabe y en plena plaza pública, el gobierno de tendencia Islámica, ordenó se le cortara las manos a un alto funcionario de Estado, por haber robado el tesoro o erario.
Mientras aquí en Nicaragua el ex- presidente Dr. Arnoldo Alemán, hurtó cien millones de dólares y fue condenado a 20 años de prisión por el gobierno del ingeniero Enrique Bolaños. Y el gobierno actual para ganar espacio político lo pone libre de culpa. A pesar de que también fue enjuiciado en Estados Unidos y Panamá. Ningún gobierno del mundo ha protestado por la ley del fusilamiento en China, que no permite el flagelo de la corrupción por funcionarios y políticos de Estado. Aquí en Nicaragua puede haber esa ley. ¿Por qué no?
Comandante Daniel Ortega S. usted que aboga por un gobierno socialista, proponga la ley del fusilamiento, para que desaparezca de una vez por toda el azote del robo y la podredumbre de la corrupción dentro del Estado, venga de donde venga, sean estos funcionarios políticos de derecha o de izquierda, que tienen a la mayoría del pueblo en miseria, desgracia, desvanecido y en la postración económica. Plantee la ley y si los diputados de
*Marcial Rivera, de 93 años, es padre de hijos caídos en las guerrillas y en la ciudad de Rivas uno de los barrios lleva el nombre de uno de estos héroes: Juan Bautista Rivera.
Por Leslie Nicaragua:
LA PSICOSIS POR LA VIOLENCIA DELINCUENCIAL.
El hombre, sentado afuera, en la acera alta de su casa, escuchaba música en su reproductor portátil (Ipod). Pensaba en cualquier cosa mientras oía los sonidos de las canciones, menos en que sería lo último que haría en esta vida. En la esquina,
“Yo sólo miré cuando le pegaron el balazo, le quitaron el aparato y se fueron en la moto”, contó rápido y tropezándose con las palabras un vecino y testigo del hecho. El escepticismo, normal en situaciones similares, parecía haberle agrandado y enrojecido los ojos. Todas las versiones coinciden en esto: los maleantes se devolvieron hasta donde estaba sentado Óscar Martínez, de 32 años. Lo intimidaron y lo conminaron a entregar el artefacto. Se negó. Le dispararon. El tiro que le penetró en el abdomen le arrancó de cuajo la vida y anegó de sangre la noche. Los ladrones huyeron, pero casi de inmediato fueron apresados. Sus edades: 18 y 20 años. Casi unos adolescentes envueltos en este marasmo social que los vuelve delincuentes de medio tiempo, el suficiente para causar dolor y muerte, porque el resto del día, en teoría, son “chavalos que no se meten con nadie”, pero que han escogido esta vida nada fácil y dañina.
Con este hecho cerró junio en Managua, con una violentísima semana que cosechó brutales asesinatos y manchó de rojo muchas calles. Semana que parece repetirse en los calendarios de la violencia criminal que no entiende de palabras, sino de balazos, sangre y puñaladas. En verdad ya no somos el país menos inseguro, pues jamás hemos sido el más seguro, hace rato ya que esta escalada delictiva alcanzó niveles épicos y hasta apocalípticos. La delincuencia pasó de ser incipiente a un nivel de organización tremenda, que nada tiene que envidiarle a países desarrollados o no, pero que igual salda con muchas muertes. En cada esquina ya podemos levantar una cruz, y a veces muchas en una sola, y Managua tiene tantas esquinas, que el símbolo adquiría un matiz tradicional e identitario.
Ahora los pasajeros del transporte colectivo viajan con la idea de que puede levantarse un tipo, pistola en mano, y gritar que es un asalto. El terror se apodera de todos los usuarios, quienes a diario se levantan con Dios en la boca para pedirle que les permita vivir el día y llegar, al menos, entero de regreso al hogar por la tarde. Tampoco se prevé qué criminal te está esperando en la parada de buses, aprovechando tu ingenua rutina, que la ha vigilado, para arrebatarte, más que tus pertenencias, tu existencia, mientras vos salís de tu casa con un nuevo amanecer dispuesto a trabajar y ganarte la vida.
Es esa duda que te asalta cada mañana, ¿voy a ser la próxima víctima?, la que ha creado una psicosis colectiva, que nos tiene amedrentados y temerosos de por vida, ya no es el simple miedo que desaparece tan pronto la situación que lo provocó se desvanece; es esa tensión imparable y perenne, ese estado de ansiedad perpetua provocados por una ola de delitos que parece no cesar en la búsqueda de picos más altos que escalar. ¿Qué se puede hacer si no esperar el turno y permanecer en estado alterado? Ya no se te puede acercar nadie a preguntarte algo porque la desconfianza te recorre la piel y lo ves como un posible atacante. Si vas caminando y viene alguien detrás tuyo, acelerás el paso o con disimulo lo dejás adelantar. Qué execrable.
Peor si ves a un hombre en moto, es como si un personaje de cuentos de terror ha aparecido con la muerte como acompañante. Ya se sabe que este velocípedo es el instrumento que los maleantes prefieren para huir después de su acción. Es la psicosis, amigo. La psicosis por la violencia delincuencial. Todos andamos en ese estado de alerta temprana, escabullidos en nuestros propios pensamientos, que cualquier traspié nos hace encender la alarma del pánico. Me comentaba una amiga sicóloga que Managua se está convirtiendo en una ciudad de autómatas estresados y sin valores humanos producto de este creciente índice delictivo que está acabando con los dígitos con que se puede contar.
Las estadísticas son frías, eso sí, pero no mienten. Cuando a mediados de marzo se presentó el informe de
Esta cifra no incluye los robos no reportados, el sub-registro, que nos asustaría más. En mi vida he sido víctima de robo seis veces, tres el año pasado. La penúltima vez, en Monseñor Lezcano, uno de los tres tipos que me golpearon y que me asaltaron sacó de sus ropas un cuchillo más grande que él. Se llevaron mi celular y mi cartera. Y la última vez me golpearon tanto, que prefiero recordarlo como un mal sueño. El mes pasado me sacaron de mi bolso, en la
Seamos más escudriñadores con esos datos y usemos una pluma y una calculadora. Esos 35 mil robos apenas representan el 20 por ciento de todos los delitos reportados en 2008 en el país (158 mil). Esto se traduce en 18 delitos cada hora. Uno cada tres minutos, el tiempo medio de duración de una canción, quizás una que escuchaba el inocente hombre que ese jueves se encontraba escuchando música, en la acera alta de su casa, en su dispositivo electrónico. Tal vez sí sabía que los delincuentes han hecho blanco estos aparatos ultramodernos y multifuncionales, además de caros y cada vez más livianos y pequeños, pero no pensó que sería una víctima de ellos en la puerta su casa.
El hecho acaeció a dos cuadras de mi centro de labores (END), frente a la venta donde todos los días, con la religión del hambre, llego a comprar a la misma hora de los sucesos, siete de la noche. Ese jueves no salí, me detuve en la puerta de entrada al periódico, miré hacia la calle y me regresé. La oscuridad apenas era interrumpida por los relámpagos intermitentes y vagos que se veían por el sur. El cielo estaba triste y lloroso. ¿Una premonición? Creo que estoy siendo víctima de la psicosis por la violencia delincuencial.
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